La cera de las abejas se utiliza desde tiempos remotos para producir velas que iluminen todo tipo de espacios. Eso ha hecho que, históricamente, sea un producto vinculado a la luz y la pureza. En la actualidad, mantienen esa imagen y se convierten en elementos clave para la decoración y la creación de ambientes especiales, perfumados y únicos.

La cera de abeja ya se utilizaba en Europa, Oriente Medio y Egipto hace 8000 años.  Así lo demuestran las investigaciones de especialistas como el entomólogo Gene Kritsky, entomólogo de la Universidad de Mount St Joseph. La cera de abeja aparece como elemento básico en los rituales egipcios para la momificación y, además, se menciona en mitos antiguos, como el de Telepinu, que se remonta al imperio hitita, más de 15 siglos antes de Cristo.

En este mito, que narra la vida del rey Telepinu, se dice: “ponlo en pie, toma cera, límpiale los ojos y las manos, purifícalo y tráelo ante mí”. También en la Biblia aparece la cera y, de nuevo, vinculada a lo puro y sagrado.

Esa idea de pureza es muy interesante y rica. Parte de una noción poderosa: las abejas producen la cera y no la mezclan con nada, es totalmente pura y limpia. Por tanto, es un elemento perfecto para incorporarse a las liturgias religiosas en forma de velas.

El concepto, que brotó en la antigüedad, se mantuvo durante el periodo clásico y romano e impregnó fuertemente la cultura de la Edad Media. En ese periodo, las abejas aportaron la cera que iluminó las iglesias de toda Europa y sirvió para que los monjes tuvieran luz en los escriptorium donde copiaban y miniaban sus libros.

Para producir tanta cera, todos los monasterios tenían colmenas y la cera se convirtió en moneda de cambio: con ella se pagaban bienes y servicios. Esa vinculación con lo monástico ha llegado a nuestros días: muchos de los grandes avances de la apicultura, como la colmena Dadant, la colmena Langstroth o la abeja buckfast se deben a monjes apicultores.

La cera de abeja, un producto único

Las abejas producen la cera para construir con ella sus panales. La generan en forma de diminutas láminas grasas que las abejas más jóvenes segregan a través de unas glándulas de su abdomen. Son laminillas tan finas que se necesitan 2000 para un único gramo de cera.

Las colonias de abejas tienen una gran necesidad de cera, especialmente en primavera y verano, cuando están en expansión. Para producir un kilo de la cera que emplean en construir sus nidos, llegan a consumir hasta 12 kilogramos de miel.

Los apicultores siguen recolectando y utilizando la cera, igual que hace miles de años. Hoy en día se cosechan dos tipos de cera: la llamada cera de opérculos, la más pura y limpia, procedente de los sellos con los que las abejas cubren las celdillas, y la cera de panal, que se obtiene fundiendo panales que se van renovando en las colmenas.

Pese a que la apicultura produce mucha cera, lo cierto es que la demanda es muy alta, lo que hace que este producto alcance precios elevados. Sin embargo, todos podemos disfrutar de ella en nuestros hogares en forma de velas perfumadas naturales.

En el siguiente enlace puede conseguir nuestras velas de miel, realizadas a mano, con cera procedente de nuestras colmenas:

https://sierradelsorbe.es/67-cera-de-abejas-velas

Fuente: Apicultura y Miel