La miel aparece en la tumba de Pabasa, perteneciente a las XXVI dinastía (664 a 525 a.C). y junto a la tumba de Tutankamon (XVIII dinastía, 1336 a 1327 a.C). Existía la creencia entre los egipcios, que las almas de los difuntos debían alimentarse adecuadamente si querían alguna vez regresar a la tierra y por eso aparece la miel.

Muchas cosas se pueden decir de la presencia de las abejas y los productos de la colmena en la cultura del  antiguo Egipto. Como la miel encontrada en la tumba de Tutankamón, la utilización del propóleos en los rituales de embalsamiento,  el uso medicinal de la miel o su presencia en las ofrendas a los dioses.
Hoy nos centraremos en los jeroglíficos egipcios, que surgieron alrededor del año 3200 a.C. En ellos están presentes todas las expresiones de la vida, desde la piedra hasta las estrellas, pasando por el ser humano y el animal (abeja incluida), y todos son considerados lo  suficientemente sagrados para convertirse en jeroglíficos.
El jeroglífico egipcio es una escritura figurativa (en ocasiones un dibujo de una abeja es una abeja) pero también es una escritura simbólica en determinadas frases, como cuando se asocia la figura de la abeja con la del faraón, y es una escritura fonética, cuando los signos se utilizan con esta finalidad.

El  faraón era considerado como una entidad simbólica, una gran morada para acoger a los individuos del pueblo de Egipto, de los que el faraón era el refugio protector. Se representa por dos expresiones jeroglíficas:  el de la caña, por su capacidad para elaborar una gran cantidad de objetos, útil para el pueblo y el de la abeja.
Dicha asignación asimila el rey de Egipto a esta criatura extraordinaria, la abeja, que  construye su vivienda según leyes geométricas rigurosas, observa una jerarquía inamovible y se comporta como un verdadero alquimista que produce el oro líquido, la miel. Además las abejas permiten que existan flores; si la abeja desapareciese, también ellas desaparecían.

Los antiguos egipcios sentían pasión por las flores. Su sueño era poseer un  jardín florido, que ofrecía sustancias indispensables  para la preparación de medicamentos.