Los osos son omnívoros, es decir, comen una gran variedad de alimentos, aunque la base de su alimentación son los productos vegetales. La dieta de los osos presenta importantes cambios estacionales.

En primavera pastan brotes tiernos de gramíneas en claros o pastizales, y comen plantas de grandes hojas en arroyos y prados húmedos. Además, suelen buscar proteína animal en ungulados muertos, ya sean silvestres o domésticos.

Cuando llega el verano, los osos visitan con pasion los cerezales, incluso los más próximos a los pueblos. Suben a los árboles con agilidad y comienzan a romper ramas y comer las cerezas en sazón, que constituyen un alimento de gran valor energético. Más tarde, agotadas las cerezas, buscan otros frutos carnosos, entre los que destacan los pudios o escuernacabras y, sobre todo, los arándanos.

A finales del verano saquean colmenas y hormigueros. Buscan una ración de alimento animal en forma de larvas e insectos, pero en sus ataques a colmenares devoran sobre todo y con enorme placer grandes cantidades de miel. Esta pasión por el dulce hace que en ocasiones se introduzcan en colmenares situados junto a pueblos o protegidos por cercados y cortines tradicionales.

Pasado el verano, comienza la época de hiperfagia. El otoño es una estación crítica, pues el éxito reproductor depende de la disponibilidad y la calidad del alimento otoñal. En la Cordillera Cantábrica, el alimento más importante son las bellotas de roble, seguidas de hayucos, avellanas y castañas, amén de otros frutos carnosos, como zarzamoras, serbales y madroños.

Aunque los osos conviven con ganado en el monte, los ataques son muy escasos. Entre los daños causados por el oso a las propiedades humanas sobresalen los destrozos en las colmenas, seguidos en algunas zonas por los daños a frutales, sobre todo cerezos.